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En nuestras conferencias, hemos sido testigos de la manifestación gloriosa de Dios entre nosotros. Tiempos de adoración que abren los cielos, donde cada canto eleva nuestra fe y cada corazón se une en una misma voz para proclamar la grandeza de Aquel que es digno.

La predicación de Su Palabra ha resonado como un río de vida, trayendo convicción, restauración y esperanza a cada alma sedienta: «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos» (Hebreos 4:12).

Y en esos momentos únicos donde el Espíritu Santo se mueve con poder, hemos visto cadenas romperse, vidas ser transformadas y corazones ser renovados. Son encuentros sobrenaturales, llenos de milagros, sanidades y libertad: «Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad» (2 Corintios 3:17).